Ese día, Juan se quedó descansando. Necesitaba estar a solas. Demasiados días hablando de Dios a una multitud tocada en sus entrañas, entregada, rendida al poder del cielo.
- "Arrepentíos" les decía con voz potente. "el Reino de los cielos se ha acercado".
Un mensaje tan abrupto y, a la vez, tan reconfortante...
Se quitó la ropa de camello y el cinto de cuero. Se refrescó la cara. Bebió. Una langosta gigante se estaba asando, lentamente, bajo el fuego del sol y sobre unas brasas ardientes de madera de acacia...
Mientras tanto Josuef, ocupando el lugar del bautista, levantó su voz y dijo:
- "Gracias a Dios que Juan no está. Ya no recibiréis más sus azotes. Comienza un tiempo nuevo. El Reino de los cielos se ha acercado. Os alcanza toda misericordia. Ya está. Se acabó el sufrimiento. Este desierto será inundado de aguas dulces."
Algunas matanzas son silenciosas y dulces. Aquel día una generación y un propósito murieron para siempre.
Francisco Rubiales Ministerio Evangelístico
@RubialesCCR
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